Hace diez días comuniqué a mis suscriptores que, por mi situación personal, me resultaba ya imposible seguir adelante con varias tareas y, entre ellas, la escritura de mis Diarios.1 La respuesta general fue muy cercana y generosa, así que me siento afortunado en ese aspecto.
En otros diez días dejo Madrid y me mudo por unas semanas a Asturias, a un verdadero refugio, para estar a solas con la naturaleza, mis demonios y la escritura, que en marzo se ha ido al garete entre mi salud mental y un frustrante imprevisto que me ha hecho perder también planes, trabajos y dinero. Estaré mejor y volveré a escribir, lo sé, pero me centraré en lo que de veras me llena, que es la ficción, la literatura de viajes y, sí, también la poesía, la publique o no.
Han sido ocho años, dos meses y dos días juntando más de trescientas mil palabras, las compartidas, y otras cuarenta mil que nunca mostré al centenar largo de lectores que, por un mes, un año o, los más leales, durante todo el proyecto, me han acompañado y han apoyado mi escritura con su mecenazgo.
Sólo puedo estar agradecido, pues ya es mucho más de lo que esperaba cuando en el Año Nuevo de 2017, en una atalaya prestada sobre la costa gallega ―en la imagen―, decidí llevar por primera vez en mi vida unos diarios.
También será la última, me temo, porque me siento mucho más libre y honesto escribiendo cuentos, novelas o cuadernos de viajes que «contando mi vida», la verdad.
Gracias a quienes creyeron en mí de un modo u otro durante estos ocho años, pero sobre todo a quienes fueron más allá de palabras huecas y materializaron ese apoyo.
Para todos ellos, para quien sienta curiosidad y si la salud me lo permite ―estaba previsto para mayo, pero no me he visto con fuerzas para cumplir con el calendario―, este año publicaré en una editorial madrileña una selección con las «mejores» entradas de mis diarios, incluyendo algunas que permanecieron «inéditas» para mis mecenas.
En diez días vuelvo, muy a mi pesar, al nomadismo, pero también a la escritura y al silencio, que me hacen mucha más falta que el dinero.
A veces no podemos con una batalla y, para no perder la guerra, lo más sabio es retirarse a tiempo.
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Como he desactivado todos los pagos, tenéis ya en abierto las entradas que compartí este año en Substack, con unas 4.600 palabras en total en las tres últimas, que hasta ahora sólo estaban disponibles para suscriptores de pago.