1. Hay individuos que vienen al mundo para empeorar o destruir la vida del prójimo y del planeta, algunos a través de la extrema violencia, el odio y el fanatismo, como hicieron Hitler o Stalin, y otros por medio de la estupidez extrema, la usura y la avaricia, como Trump. Luego está Putin, que hace el mismo daño pero no es ningún idiota.
2. Para que tiranos, usureros o imbéciles nos gobiernen, hace falta que millones de imbéciles, egoístas y cobardes les apoyen, toleren o justifiquen. «El pueblo» no es «sabio». «El pueblo» —como el arte— suele ser más bien un simple reflejo de la miseria o la grandeza moral de una época y viceversa. Y, de momento, la grandeza parece haber sido desterrada del espíritu —y del arte— de nuestro tiempo.
3. Para defenderse de los matones de patio de colegio que son a día de hoy los gobiernos de Estados Unidos y Rusia hace falta sensatez, unidad, empatía, templanza y ciencia: ahora más que nunca, Europa debe mirar con equidad y justicia hacia América Latina, África y Asia, pero sobre todo buscar su autonomía energética, económica y tecnológica a corto plazo.
4. Aun con sus errores, la Unión Europea es el proyecto social y político que ha traído más seguridad, prosperidad y civilización a más millones de ciudadanos en todo el mundo desde hace décadas, y por eso tiene que protegerse, pero también madurar y lavar sus trapos sucios, ser más solidaria con los inmigrantes y expulsar de su seno a quien traicione sus valores, como el líder húngaro, por ejemplo, que disculpa o recibe con honores a criminales de guerra.
5. Para mí, un votante de extrema derecha, un racista, un machista, un homófobo, un negacionista de la crisis climática, un fanático religioso o identitario de cualquier credo o comunidad —incluidos ateos furibundos, supuestos «patriotas», neo-inquisidores de la falsa izquierda, nacionalistas y otras tribus— o cualquier otro ignorante ufano de sí mismo merece el mismo «respeto» ético e intelectual que un «terraplanista» o un «troll» de la red. Ser socialdemócrata y humanista no implica tolerar a toda costa a quienes trabajan por destruir la civilización y el planeta. No son «otras opciones», sino las muchas caras del enemigo.
No seamos imbéciles, ni egoístas, ni mucho menos cobardes, porque nos jugamos el futuro inmediato de millones de seres humanos, además del de cada uno de nosotros.
En fin, no sé qué llevaba hoy el café, pero voy a bajarlo con medio litro de leche.
Buenas tardes.
No hay suscripciones de pago en La vida nómada, pero si encuentras aquí algo que te interese o inspire y quieres apoyarme, puedes hacer otra cosa: